La Leyenda de Veramonte (Parte final)
El primer día caminamos tranquilamente hasta llegar a
El viaje siguió sin contratiempos disfrutando de las maravillas de la zona, en esos momentos nuestro recurso más preciado y solicitado eran nuestras cámaras fotográficas las cuales no dejaban de obturar.
Al caer la tarde nos encontramos con un pequeño bote que se encontraba a orillas de lo que alguna vez fue una ballenera, después de una pequeña conversa amablemente nos regalaron unas Centollas que fueron nuestro deleite al momento de la cena.
Más tarde, al caer la noche, encontramos un pequeño lugar bien protegido en el cual decidimos armar campamento.
Día 3
Despertamos con una fuerte lluvia (de esas que solo se ven en
Cuando comenzaba a caer la tarde,
Maravillosa fue nuestra sorpresa al encontrarnos con una pequeña playa (muy pequeña) la cual nos permitiría armar nuestro campamento.
A esas alturas la marea cada vez más nos quitaba un pedazo de playa, la leña mojada nos hacía difícil poder encender un fuego para secar la ropa y calentarnos pero lo logramos, cada 10 minutos vigilábamos la marca que habíamos dejado para controlar la subida de la marea y cada vez era más preocupante.
Ya de noche una sirena nos hizo asomarnos de nuestras carpas y observar un enorme crucero que nos saludaba… me hizo recordar lo que alguna vez leí en un libro de Martin Gusinde quien explicaba el origen de “Tierra del Fuego” contando que esta zona recibió dicho nombre debido a que los navegantes divisaban numerosas fogatas a la orilla de la costa hechas por los kawésqar.
Esa noche fue poco lo que dormimos porque el reventar de las olas hacia llegar el agua a menos de un metro de nuestras carpas por lo que la velada fue larga.
Teníamos claro que al día siguiente vendrían las pruebas más duras de nuestra travesía. El cruce de los ríos San Nicolás Y Nodales que según lo leído y lo escuchado no sería tarea fácil.
Al avanzar por la playa encontramos el primero de estos ríos y la verdad no habían exagerado. Por lo menos
El frío calaba los huesos, el agua helada nos hacia temblar pero sorteamos con éxito la primera etapa.
Algo de comer y a continuar la marcha.
Mas allá, el Río Nodales mas ancho aún. Y desgraciadamente con los inicios de la marea alta. No había tiempo que perder… fuera pantalones, mochila sobre la cabeza y a cruzar a como diera lugar.
Como yo era el más bajo del grupo me toco la peor parte, el agua hasta las axilas. Pero la misión estaba cumplida, después veríamos como volver…
A esas alturas lo único que queríamos era llegar a destino y la suerte nos acompaño.
Entre el silencio de la patagonia y el ruido melodioso del mar oímos el sonido de un tocotoco (apodo que le pusimos a esos pequeños botes pesqueros por su característico sonido del motor).
Rápidamente busque en mi mochila y lo encontré, un preciado Transceptor de VHF en el que previamente habíamos programado las frecuencias marinas. Un par de llamados y obtuvimos respuesta, 10 minutos después nos encontrábamos dentro del bote tomando café. En lo que podríamos decir que fue un viaje a dedo.
El bendito bote, que no recuerdo su nombre, nos dejo justo bajo la cruz de los mares donde el estrecho da la vuelta para mirar el Océano Pacifico.
Desgraciadamente el día estaba tan nublado que apenas se veía lo que había a un metro, subimos por el acantilado hasta llegar al sendero que lleva hasta la misma "cruz de lo mares", pero decidimos esperar que despejara un poco para luego subir y observar el tan esperado paisaje.